lunes, 15 de diciembre de 2008

Alucinando a mediodía




Un hombre, no tan joven, pero no tan viejo, que es ese tipo de personas que vemos todos los días en las calles, con los que nos topamos cuando tienes cierta prisa en llegar a un cierto lugar, con los que no interactuas para nada, no los vuelves a ver jamás...sin embargo bien sabes que tienen su propia historia, al igual que tu....así era él.




El sabía con certeza que nadie se daría cuenta que el ya no estaría en este lugar, que nadie notaría su ausencia, nadie lo extrañaría si no cruzaba esa misma esquina cada lunes por la mañana, a la misma hora. Apesar de ser algo tan cotidiano, tan usual, nadie lo notaría.




Un lunes, lluvioso, con la lluvia tan delgada que no la sentia, el salió de su hogar para cruzar esa esquina, sin embargo, a unos cuantos metros de llegar ahi, se detuvo. Pensó en las mil y una veces que había cruzado por ahi, en las tantas personas que se toparon con el, en las tiendas de alrededor, en el ambiente...Y se dió cuenta que de todas esas ocaciones, nunca había caido la lluvia de esta manera...alguien mas lo había notado?




Cuidadoso en su andar, para no resbalarse, decidio caminar por otro lado. Una nueva ruta. Desafortunadamente no conocía muchas calles, siempre era esa esquina que lo ubicaba realmente hacia donde iba y desde donde venía. En esta nueva ruta, no había mucho al rededor. No estaba ninguna anciana sentada en el concreto para vender golosinas. No había nadie quien lustrara los zapatos de algún empresario. La lluvia no de detuvo, pero el lo volvió a hacer. Observó el cielo un momento, cerró sus ojos, y sintió la lluvia delgada caer en su rostro. Entonces se dió cuenta que en realidad si había alguien en esa calle...él mismo. Y no por que no veía lo mismo que solía ver en la antigua esquina, no significaba que en realidad no había nada, o que todo sería diferente. Se dió cuenta que ambas rutas lo llevarían a su destino.




Puede ser muy dificil el transitar por un lugar desconocido ó un lugar nuevo, pero mas dificil es el no darse cuenta que estamos cada uno de nosotros en la disposicion de caminar o dirigirnos hacia donde querramos, y no hay que temer el avanzar. No estamos aquí por otras personas, para vivir sus expectativas, estas aquí por ti.




Hay que detenerse y sentir la lluvia caer.




1 comentario:

Anónimo dijo...

me encantó...me gusta el tono cotidiano que usas. Gracias por compartirlo.